sábado, 21 de julio de 2012

no hay tal crisis

Una dice no hay tal crisis mientras tira un par de platos al piso; una dice que no hay tal crisis y se ríe con su mejor cara de bólida; una dice no hay tal crisis y saca un turno en la peluquería; no hay tal crisis y te pones kilos de tapa ojeras; una vez que aceptas que la crisis es tal crisis, estas preparado ya podes negar la crisis; una dice no hay tal crisis y rompe lo que tiene a mano; una dice no hay tal crisis y hace step como loca; una pone su mejor cara de bólida y dice no hay tal crisis, pero tarde o temprano llega el día donde la crisis tiene la evidencia de una estría, ahí no queda otra, hay que aceptarla… hay que hacer, lo que hay que hacer.
Se puede negar la crisis un día, un mes, un año, pero llega ese día en que la crisis te explota en la cara, atravesar la crisis es como pasar el pelo por agua oxigenada, te aclara el problema de raíz; llega la crisis, uno cree que es el final, que se termina todo, pero en realidad ahí empieza todo; atravesar una crisis es como pasar por un buen cirujano plástico, sos la misma pero distinta, dan miedo las crisis....
Uno le teme a lo desconocido, casi como un mal peluquero; en chino, en japonés, en coreano, en tailandés, bueno, en algún idioma oriental, crisis significa oportunidad.
Las crisis son como los años, te sorprenden y no te queda otra, hay que decidirse a llevarlos; las crisis es un viaje de ida, pero también puede ser un viaje de vuelta.

Lo que no decimos no muere, nos mata.




¿A dónde va lo que querés hacer y no hacés? ¿A dónde va lo que querés decir y no decís? ¿A dónde va lo que no te permitís sentir?
Nos gustaría que lo que no decimos caiga en el olvido, pero lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo, nos llena el alma de gritos mudos. Lo que no decimos se transforma en insomnio, en dolor de garganta.
Lo que no decimos se transforma en nostalgia, en destiempo. Lo que no decimos se transforma en error. Lo que no decimos se transforma en debe, en deuda, en asignatura pendiente.
Las palabras que no decimos se transforman en insatisfacción, en tristeza, en frustración. Lo que no decimos no muere, nos mata.
Lo que no decimos se transforma en trauma, en veneno que mata el alma. Lo que no decís te encierra en el pasado.
Lo que no decimos se transforma en herida abierta.